jueves, 25 de agosto de 2011

FRONTERA DE LA VERGÜENZA


FRONTERA DE LA VERGÜENZA

EL PROCESO

Luis Lauro Garza Mireles


Es difícil saber si se trata de indiferencia, mala voluntad, incapacidad ó falta de visión. La frontera de México con Estados Unidos da vergüenza, y esa es la pura verdad aunque nos duela reconocerlo. A penas y cruzas hacia México y la cara se te pone triste, preocupada, incluso, de lástima. Eso no puede ocurrir en un país como México, porqué no estamos tan jodidos como para ver esos escenarios.

Los municipios de la frontera que tienen puentes internacionales dejaron al olvido su imagen, pasan los años y nadie se atreve a cambiarle el rostro a la puerta de nuestra nación. Las autoridades municipales no le dan la importancia a ese lugar “de paso”, pero es más que eso. Representa la percepción que brindamos al mundo sobre lo que somos.

Verdaderamente hablamos de la frontera más contrastante del planeta, entre el primer y tercer mundo no sabemos que hay, sino esto. Ahí, donde debería estar el segundo mundo, encontramos ciertas ganas de ver algo distinto, mejor presentado.

Ciudades como Reynosa y Nuevo Laredo son el ejemplo más claro de ese contraste, al cruzar el Río Bravo uno se topa con señalamientos viejos y caídos, basura, policías mal presentados, y que decir de aquellos vagos, víctimas de la migración y la pobreza de sus pueblos.

Es deprimente el panorama, y lo peor es que los responsables de cambiar esa imagen no se ocupan de ello. Parece que no les interesa y quizá están esperando a que alguien del otro lado venga y les enseñe como hacer las cosas bien. Porqué hay que decirlo, en Estados Unidos se hacen las cosas mejor, son la potencia del mundo y nos aplasta solo con la percepción que nos han impuesto. Permitirlo es mediocre.

Ojalá las plegarias de los mexicanos decentes se escuchen hasta donde tengan que escucharse. En municipios como Reynosa, Nuevo Laredo y Matamoros se gasta mucho dinero en obras públicas, pero quizá enarbolar esos lugares no deja tantas ganancias para las constructoras.

En fin, es así como los primeros metros de México se convierten en nuestra carta de presentación, una postal vieja, sucia, insegura, amontonada y descontrolada.

Algunos dirán que el problema se debe a que todos quieren ir para allá y no para acá, pero eso es normal tras ver la diferencia tan grande que se ve.

Insisto, la diferencia es abismal, al grado de parecer imposible, da vergüenza. No discutiríamos si México fuese un país miserable, pero el asunto es que no es tan espantoso por dentro, pero las orillas nos marcan una imagen para el olvido. Para el olvido de todos, menos de las autoridades.

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