SALAS DE CINE PARA ADULTOS
El sol está cayendo y las sombras dibujan lo que más tarde será la noche en la ciudad, por momentos esa tenue luz de ocaso se convierte en el escondite ideal para saciar los instintos más ocultos del ser humano.
La cartelera se exhibe tímidamente, es observada solo por quien esté dispuesto a conocer lo desconocido, es la entrada a un mundo excitante para muchos. A un costado de la taquilla se puede leer la restrictiva de edad, esa edad que permite vivir en los rincones citaditos más prohibidos y sentenciados de nuestra moral, el cine porno.
Miradas incomodas
Las miradas de los automovilistas salen disparadas, observándome como un edificio viejo pero imposible de olvidar, buscan en mis paredes algún indicio que revele lo que tengo guardado para ellos, ese secreto que llevo en mi interior pero qué pocos se atreven a descubrir, solo echan su imaginación a volar.
Son las seis de la tarde y el “Cine Cometa” recibe a los primeros solitarios, pasan como cualquier inadvertido peatón que entra a un centro comercial, llegan en lapsos de hasta 20 minutos, por separado, nadie llega en pareja a pesar que las mujeres entran gratis en compañía de un caballero, la mayoría son hombres, algunos afirman que tendrán encuentros fortuitos.
Miradas incomodas
Las miradas de los automovilistas salen disparadas, observándome como un edificio viejo pero imposible de olvidar, buscan en mis paredes algún indicio que revele lo que tengo guardado para ellos, ese secreto que llevo en mi interior pero qué pocos se atreven a descubrir, solo echan su imaginación a volar.
Son las seis de la tarde y el “Cine Cometa” recibe a los primeros solitarios, pasan como cualquier inadvertido peatón que entra a un centro comercial, llegan en lapsos de hasta 20 minutos, por separado, nadie llega en pareja a pesar que las mujeres entran gratis en compañía de un caballero, la mayoría son hombres, algunos afirman que tendrán encuentros fortuitos.
La noche cobija a los incómodos, mientras unos salen apresurados para mezclarse entre la muchedumbre del sector, otros caminan directo a la taquilla sin detenerse, ni siquiera para leer sobre las películas de la jornada, es como si supieran lo que les aguarda en la butaca. Los estrenos de Hollywood con producciones millonarias no existen en estas salas, aquí no llegan para disfrutar de estrellas o luminarias afamadas, todo eso se cambio por una descontinuada película europea sin traducción al español, historias de parejas y pornografía en pantalla grande.
Un mostrador de vidrio da la bienvenida, chocolates y golosinas son el menú principal, cigarros de varias marcas y hasta rosetas de maíz para microondas. Al avanzar, la luz blanca de aquella lámpara sobre la estancia se desvanece en el pasillo, a los costados varias cartulinas refieren sobre la película en proyección, al final de ese pasillo aparece la última indicación, “no fumar en la sala”, casi imposible de leer.
La proyección es tan tenue que la luz se convierte en la principal ausente, andar por esos pasillos es tan difícil como observar lo que ocurre en las butacas, sonidos abruptos hacen suponer que alguien está disfrutando la función, o al menos ahí están.
Esa entrada de 50 pesos se traduce en una gigantesca presentación de sexo, lo único que se puede ver es la filmación, suave y casi imperceptible, 300 butacas se convierten en asientos de oscuras pasiones y necesidades pasionales, que difícilmente serán aceptadas por el sector más conservador.
Esa entrada de 50 pesos se traduce en una gigantesca presentación de sexo, lo único que se puede ver es la filmación, suave y casi imperceptible, 300 butacas se convierten en asientos de oscuras pasiones y necesidades pasionales, que difícilmente serán aceptadas por el sector más conservador.
La sala está casi vacía, el aire lavado instalado en la parte alta interrumpe la acústica del lugar, gran espacio libre pero la privacidad solo es visual. Este es un mundo abierto y liberal, sentenciado e imposible de borrar.
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